Al llegar con el Lince cubierto por el plástico a la puerta de acceso al circuito, empezaba a amanecer.
Y dejamos nuestro vehículo todavía cubierto, por si acaso volvía a llover, en el suelo. Y lo mejor es que...
¡Éramos los segundos! Solamente había un coche delante de nosotros. Con lo que podemos decir que, todo el esfuerzo, las incomodidades y las continuas salidas de observación, habían merecido la pena.
A partir de ese momento, durante los próximos 2 minutos, llegaron 5 coches más.
Y al cabo de media hora, se había formado una larguísima cola, que llegaría a los 200 vehículos aproximadamente, esperando para entrar en el circuito.
Por fin llegó el resto del equipo. Al vernos que éramos los segundos en la cola, empezaron a lanzar vítores de alegría. Estábamos preparados para competir.
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